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De amarillos y otras hierbas

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Por Daniel Salinas Muñoz, Poeta y Cantautor

Triste y decadente espectáculo han brindado en los últimos días, un pequeño grupo de ex actores privilegiados de los viejos gobiernos, que ostentaron el poder político en los últimos cuarenta años. Están asustados por adelantado, respecto de los eventuales contenidos de la nueva Constitución, que se redacta en estos días  a través de un ejemplar proceso de participación democrática, admirado y respetado desde todos los rincones del planeta.

Los convencionales están haciendo un trabajo que interpreta la voluntad ciudadana expresada claramente en la instancia electoral que le dio vida.  Chile necesitaba nuevas reglas del juego, que dieran cuenta de la evolución que ha experimentado social y culturalmente el país. No era posible seguir regidos por una carta magna levantada en dictadura y que por sus contenidos sirviera  principalmente para que los privilegiados de siempre contaran con todas las garantías que les permitieran seguir acumulando y abusando con los más débiles. El ochenta por ciento de los chilenos expresó claramente su voluntad de cambiar la constitución política del Estado. Al respecto no hay discusión posible. Quienes recibieron el mandato popular de hacerlo son los convencionales o constituyentes que, trabajando arduamente, se encuentran cumpliendo la tarea encomendada.

Un grupo de personas  autodenominadas amarillas, se ha levantado en los últimos días  para manifestar su oposición a algunas normas constitucionales en proceso de aprobación.  Resulta  curioso constatar que casi todos los firmantes de color amarillo tuvieron grandes responsabilidades en la conducción del país durante los años que terminaron provocando el estallido social que dio origen al proceso en que nos encontramos. Nadie niega el derecho a  opinar, lo que resulta extraño es que sin una gota de autocrítica, se constituyan grupos que, en defensa  de sus privilegios perdidos, intenten boicotear el trabajo de una Convención, que está donde está por voluntad popular claramente expresada en las urnas.

La democracia tal vez no sea el sistema perfecto, pero es lo que hay y todos nos hemos comprometido a respetarlo. Entonces cuando su contenido me favorece, lo aplaudo, y cuando sirve  a otros, la cuestiono. Esa actitud de niños amurrados no se entiende ni se justifica. Además existen mecanismos democráticos establecidos para dirimir las diferencias, si los amarillos o los azules y los rojos no comparten los contenidos de la nueva constitución, tienen la posibilidad de expresar sus posiciones en el instrumento participativo de salida.  Así las cosas, intentar bloquear y boicotear la voluntad popular no resulta comprensible  ni legítimo como podría ser una oposición razonable y democrática. Nada podría ser peor que seguir viviendo bajo normas establecidas arbitrariamente en tiempos que pocos quieren repetir.

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