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La educación chilena no se vende, se defiende

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Por  Carmen Gloria Sáez, periodista.

Estos días me ha dado por acordarme de otro paro histórico de profesores. Fue a fines de 1989. Pero no logro precisar en mi memoria cuánto duró, ni los motivos. Intento googlearlo y nada. No encuentro registros de la hazaña, porque hacer un paro nacional en esos años era una verdadera hazaña, aunque google no tenga idea de lo que le hablo. Aunque eran los últimos estertores de la dictadura, no olvidemos que la Ley Orgánica Constitucional de Educación, LOCE, derogada recién en 2007 con las movilizaciones estudiantiles, fue promulgada el 10 de marzo de 1990, un día antes que asumiera Patricio Aylwin. En fin… eso pasa cuando perdemos la historia, me digo, agregando otro argumento al repudio generalizado a esta nueva genialidad de eliminar la obligatoriedad de la asignatura en 3º y 4º medio.

Las movilizaciones de los docentes no son nuevas. Veo en las marchas a profesores jóvenes, llenos de entusiasmo y esperanza y, de verdad, me emociono. La savia nueva es imprescindible para que la llama prenda. Y veo también a maestros jubilados, de esos que todavía tienen fuerzas para salir a la calle a reclamar esa deuda que se arrastra hace 38 años y que ningún gobierno ha querido asumir.

Ninguna demanda es tan nueva aquí. Todo forma parte de un proceso iniciado en la dictadura y que ha llevado, tanto a la educación pública como a la situación laboral de los docentes, a un extremo que ya no es sostenible. El petitorio que impulsan el magisterio no tiene que ver esta vez con bonos ni aumentos salariales. Sus demandas están centradas en el fondo del problema. Y el problema no es otro que la calidad de la educación pública.

Las soluciones pasan por diversas dimensiones relacionadas con el curriculum, la infraestructura, la administración, la inversión y otros, pero nadie puede negar que los profesores y profesoras son actores principales.

Pareciera que todos lo tenemos claro, menos la ministra Cubillos, que con su agenda propia de aula segura, mochila segura y selección segura, vive en un mundo paralelo. Ahí donde su nota de 3,5 en la encuesta CEP pareciera tenerla obnubilada y con más ganas de ser candidata que ministra, porque hasta ahora se ha mantenido inflexible en su postura, negándose al diálogo con los docentes. Qué pretende, nos preguntamos todos. Porque solo con su seseo insoportable y su cara de señorita Astrid podría revivir un gags de los 80, pero retomar las clases, de lo que dice preocuparse tanto, ni en broma.

El magisterio está unido, activo y determinado, con la convicción que sus demandas son justas, necesarias y urgentes. Los 1.879 profesores que, según el registro del Mineduc de 2017, aún esperan el pago de su deuda histórica y los 433 que a esa fecha ya habían fallecido, lo merecen. El reconocimiento de la mención diferencial, de párvulos y otras especialidades; el agobio y la inestabilidad laboral a la que están sometidos; la posibilidad de una escuela democrática, de una carrera profesional docente real y de una educación pública integral, esperan por ustedes. Y también esperan por el resto de la sociedad: estudiantes, apoderados y otros gremios. Este sí que es eso que llaman “problemas reales de la gente”. Y esa gente somos todos, los que estudiamos en la educación pública, los que llevan a sus hijos a la educación pública, los que creemos que la educación pública es lo que hace grande a un país. ¡¡Ahora es cuando, profes!! ¡¡Vamos con todas las fuerzas de la historia!!

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