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Para decir Adiós…

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Por Misaela Figueroa Melo, Presidenta Asociación de Profesores Jubilados de Angol. 

Actualmente, los avances en la ciencia y la tecnología no tienen límites. Todo lo imaginable ha quedado atrás en cuanto a los nuevos descubrimientos e inventos y el hombre ha adquirido un poder inconmensurable. Tanto así, que la línea que separa lo ético de lo reprobable sea difícil de distinguir, por tanto, fácil de transgredir.

Este es un tema tan amplio y complejo que permanentemente está presente en el debate. Es algo en lo que las sociedades deben ponerse de acuerdo para sobrevivir al caos y para la buena convivencia y ser traducido en las leyes que rijan los destinos de una nación. Como toda buena enseñanza, parte del hogar. Allí es donde se copia el comportamiento siendo la familia los primeros modelos a seguir para continuar en la Escuela, con la educación sistemática.

A los profesores de educación primaria, como se titulaban los egresados de las escuelas normales, nos llama la atención que en esta modernidad se esté destacando modelos extranjeros como los del norte de Europa o de Japón, que proponen estrategias para “aprender a vivir bien” en comunidad, dando prioridad a la internalización de valores que permitan llevar una vida feliz, sana y buena, algo que, queriendo o no, es lo que aprendimos y llevamos a la práctica en nuestras escuelas. En ese tiempo los maestros y maestras disponíamos de libertad para cambiar el espacio de nuestras clases, pudiendo llevar la clase a la calle, al patio, al cerro etc. lo que ampliaba las posibilidades de interactuar y corregir.

Principios muy elementales eran pilares en las estrategias de enseñanza aprendizaje. Una de ellas que no se olvidaba jamás, solamente decía: enseñar con el ejemplo. Así fue como mi generación aprendió. Por el ejemplo, en el hogar, con los padres y luego en la escuela, que, por pobre que fuera, mantenía sólidos   principios transversales en todo su quehacer cotidiano.

En este sentido, me parece que la Escuela Anexa a la Normal no ha sido reconocida como debiera. No solo por ser modelo para las futuras profesoras de la Escuela Normal, sino por la calidad de sus docentes. Las profesoras que desempeñaron su labor allí debían especializarse en pedagogía durante un año en Santiago, con régimen de internado, para obtener el título de Profesor Guía. Muchas de ellas tenían un hogar formado, hijos, obligaciones, lo cual no impedía que se ausentaran en forma prolongada para especializarse con los mejores de América Latina.

Las clases demostrativas que ellas hacían para que fueran observadas por las normalistas eran estupendas: Un profesor que realmente guiaba el aprendizaje, el auto descubrimiento, con materiales novedosos confeccionados artesanalmente; un profesor con dominio escénico, con estrategias variadas, una clase activa y participativa.

Como muchos contemporáneos, tuve la suerte de hacer mis años de educación primaria en esta escuela modelo y tuve el honor de tener profesoras de alta calidad humana y profesional, como la Srta. Eliana Hernández González, quien nos ha dejado recientemente. Quizás el exordio muy muy extenso, pero una Maestra como ella representa todo lo anterior. Dedicación, paciencia, perseverancia, sobriedad, sencillez,.. Nunca un exabrupto, una actitud reprobable. Su presencia era clara y transparente. A nadie mejor que a ella quedaba el retrato escrito por Gabriela Mistral:

“ La Maestra era pura.

Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano ¡y era todo su espíritu un inmenso joyel”.

¡Adiós Elianita, inolvidable Maestra, gracias por cruzarte en mi vida!

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